martes, 25 de septiembre de 2007

Pues aquí estoy, sentado en el rellano con toda mi cara robando wi-fi a lo Aquí no hay quien viva.

De las peores cosas que deben pasarle a un estudiante Erasmus cuando llega a su destino es encontrarse que la puttana de la casera, a la que le pagaste la fianza de tu pisito alquilado hace meses, pretende meterte gato por liebre. Pero ésta no conoce a dos de los malagueños que iba a tener como inquilinos: normal que una semana después diga que no quiere ni vernos. Además de subirnos dos plantas nel palazzo spagnolo (bloque de pisos de estudiantes donde ella es dueña del segundo y del cuarto), pretendía hacernos convivir a cinco personas en un piso con un solo cuarto de baño… Claro, el día que hablamos con ella le dijimos de todo menos bonita.

Pero qué hija de puta… ¡Bicho! Que eres más malvada que las malas de Disney. Vaffanculo vecchia di merda!

Pero mientras plantábamos el huevo en otro sitio hemos tenido que emplear la cultura okupa, conviviendo a lo Gran Banano con los de Santander (yo sé de uno que como me lea me mata…), durmiendo en el salón y almorzando un paquete de medio kilo de spaghetti entre diez personas. Desde que nos vieron aparecer arrastrando la maleta con 20 kilos de sobrepeso y con cara de pardillos nos han adoptado, y ahora nos preguntamos qué hubiera sido de nosotros de no haberles conocido. Nos han sacado a cenar pasta, y a comer pizza, y luego comer pasta y cenar pizza. Ellos nos avisaron de la cultura del dieci minuti, dieci minuti cuando estás en la facultad, es decir, que a quien buscas está reunido (esto es, faciendo la prima colazzione) y que falta aproximadamente una hora para que te atiendan. Nos advirtieron del tráfico suicida y de la forma de aparcar (o, mejor dicho, de dejar el coche): a un metro de la acera va bene, pero si se queda encima de la acera anche. Y gracias al chico de la incontinencia verbal y a la chica de Madrid (que no de alrededores como el resto) por fin hemos conseguido un piso en el que nos encontramos como en casa.

Pero, con todo lo malo, no cambiaría absolutamente nada de esta primera semana. Me gusta que la abadía vigile el pueblo desde su situación privilegiada. Me gustan las comidas de los Erasmus con tortillas de patatas tamaño industrial y con aspecto sospechoso (y yo con estas pintas). ¡Me encantan la pocha y el limoncello! Me gusta el Doc con el fantasma de su camarero, su ordenador y su futbolín. Me gusta la pizzería de Giuseppe, el gordo bigotudo con cara de SuperMario. Me gusta llegar a todas partes en 10 minutos y en línea recta. Me gustan las sangrías en el río, con la alimaña nocturna que come melocotones. Y, sobre todo, me encanta tener Roma a tiro de piedra, donde puedo ir a tomarme un helado de kiwi-melón, kiwi-melón en mi gelateria preferida.

3 comentarios:

Leti dijo...

¡¡Por fin alguna noticia!! Empezaba a preocuparme (ni de coña). Pero no paré en casa el tiempo suficiente pa escribirte un mail. A ver si ambos nos estabilizamos un poco en el tiempo y el espacio (dentro de 5 días me toca mudanza) y reanudamos una comunicación digamos más fluida.

¿¿Envidia?? Cuidao que es mu mala. Y ya advertí que los dientes llegarían al suelo jeje.

Por cierto... El ejército avanza, aunque yo intente impedirlo. Y aunque me cueste reconocerlo en público.

Hala besitos!!

Anónimo dijo...

holaaaaaaaaaaaa
sólo te digo una cosa: qué envidiaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!
después de unos pequeños problemillas, de los q me he enterado por entregas (pili y bustos han sido mis informadores), veo q habéis elegido una casa mu grande pa q vayamos muchas veces a veros... jejeje, eso me gusta!
pasarlo mu bien y disfrutad mucho, q nosotras ya estamos a piñón... estos medicuchos no dejan ni un día pa respirar...
muchíííííííísimos besos!!
y a ver cuándo podemos hablar...
pd. róbales la wifi todos los días, nadie se entera... yo también lo hacía, jiji

DaNieLo dijo...

Soldados sin batalla... jijiji. Hombre, ya que me dejas tirao con lo del baño árabe por lo menos que sea para algo en condiciones.