jueves, 22 de mayo de 2008

Me acuerdo de que siendo aún un moco me enamoré de una italiana.

Ella siempre conseguía hacerme reír con su extraña locura y su acento tan particular. Me encantaba cómo movía su melena rubio platino, mientras cantaba y bailaba enfundada en esos trajes llenos de miles de lentejuelas.

Yo esperaba poder hablar con ella, así que gritaba a mi madre (es que el niño de pequeño tenía (¿?) muchos cojones) para que colgara el teléfono, por si a ella le daba por llamar. Y eso que yo sólo quería decirle

¡Hola

Raffaella!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Ay, Danielo! Rafaella es nuestra Santa Patrona.
Me gustan estas entradas tan divertidas tuyas.

Bss.
Being Boring

Anónimo dijo...

Jajajaja... Descohonante, qué ocurrencias infantiles las de dejar el teléfono libre.

Pero nene, ¿Raffaella? Me sonaba un poco más Españaprofundis... En fin, todos tenemos trapos sucios que esconder :-)