Me acuerdo de que siendo aún un moco me enamoré de una italiana.
Ella siempre conseguía hacerme reír con su extraña locura y su acento tan particular. Me encantaba cómo movía su melena rubio platino, mientras cantaba y bailaba enfundada en esos trajes llenos de miles de lentejuelas.
Yo esperaba poder hablar con ella, así que gritaba a mi madre (es que el niño de pequeño tenía (¿?) muchos cojones) para que colgara el teléfono, por si a ella le daba por llamar. Y eso que yo sólo quería decirle
Yo esperaba poder hablar con ella, así que gritaba a mi madre (es que el niño de pequeño tenía (¿?) muchos cojones) para que colgara el teléfono, por si a ella le daba por llamar. Y eso que yo sólo quería decirle
¡Hola
Raffaella!