domingo, 11 de febrero de 2007

Perder el miedo a las emociones

El destino parece tener un pacto conmigo. Me lo demuestra cada vez que me toca afrontar momentos importantes en mi vida, guiñándome sin ningún disimulo.

Ayer fue uno de los días más largos que recuerdo. Fue un día ahogado por el frío del silencio, y por el hecho de saber que un silencio mucho más crudo se avecina. La tarde transcurrió empapándome de Jacques Derrida, gracias a una de esas personas que un día aparecen sin saber muy bien cómo, pero que te aportan algo interesante. E intenté liberarme, mediante lágrimas y letras, de la pena que sentía.

Desenamorarse puede ser el inicio de amar, de ver a la persona sin el ropaje de lo accesorio y de lo puesto por la imaginación, de verla sin prisas, sin urgencias, sin exigencias, sin perspectivas. O puede ser el inicio de ver que no había nada debajo. Que sólo era la superficie. Que sólo era la proyección.

Hoy ha sido un día nuevo, con una nueva perspectiva. Pero según avanzan las horas, esa nueva visión se va desmoronando. Llego a casa y leo a Silvia Salinas: Hay dos posturas, o estás en el amor o estás en el miedo al amor. El peor enemigo del amor es el miedo al dolor. El amor viene cuando uno se muestra en la verdad, sea la debilidad o la fortaleza.

Nunca he entendido la necesidad de clasificar el amor, ni los límites que establecen cada etiqueta. Querer a una persona, sea cual sea la situación, no puede significar miedo, no puede significar una careta. Debe significar perderle el miedo a sentirte desnudo delante de la otra persona. No importa el qué, el quién es lo único que permanece.

Necesito ayuda. Necesito que alguien me diga que me entiende. Necesito que alguien me explique cómo se puede renunciar al quién porque duele el qué. Necesito saber que es el quién la razón por la que me han amado. Necesito saber que todo era algo más que la superficie.

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