sábado, 7 de abril de 2007

Danielo a la Heineken

Había quedado con el delfín en el centro. Como soy especialista en perder el autobús, según llegaba a la parada lo ví ya pasar por la siguiente, muy lejos de mi alcance. Entonces no me quedó más remedio que, pasito a pasito con las Converse en los pies, caminar hasta la dipu motivado escuchando el danielo-pod.

Con 45 minutos de retraso llego a mi destino, pero el delfín nada en calma. Supongo que el hecho de llegar tarde me hizo dejarme engañar para meterme dentro de toda una marea humana. Buscamos al amigo del delfín, al que nunca he visto, contando con una gran descripción: es moreno, con los ojos marrones y guapito. Toma ya. Al fin le encontramos, pero la corriente de personitas me arrastra en dirección contraria. Para ser Semana Santa no veas lo que le gusta rozarse al personal, ¡qué poca vergüenza! Miro al cielo encapotado y me cae una gota en el ojo.

Por fin decidimos escapar y vamos a tomarnos algo. Por el camino encontramos a la loca de las carpetas de colores y a su novio protagonista de Ice Age, y nos vamos todos para el Week-end. Ya medio calados, nos acercamos el delfín y yo a la barra, donde nos espera la camarera sexy. Allí empezamos a maquinar como dos putas viejas celestinas, para mi sorpresa parece que todo encaja. Ya sentados esperamos nuestro avituallamiento durante demasiado tiempo, cuando la camarera sexy entra de nuevo en escena. Mi presentimiento al verla acercarse con la bandeja se cumple pocos segundos después, cuando una botella de cerveza cae sobre mí. Ella muy apurada se va a por un trapo, y yo lo único que acierto a decir es "pues ahora me va a frotar ella". Y efectivamente lo hace. Y yo, tenso.

Parece que escampa, así que nos vamos. Ni invitación a la cerveza, ni un número de teléfono: de poco me ha servido el baño de Heineken. Además de torpe, antipática: el sex-appeal de la racial camarera se cae al suelo (definitivamente esta chica lo va tirando todo). Las figuras de madera y nuestra amiga chiparra tienen asilo en la manquita. Un hombre tropieza y se estrella contra mí, saliéndome del alma un "hoy se me cae todo encima".

Tras varias deliberaciones nuestros caminos se separan, y la loca, el perezoso y yo vamos a buscar a la zanahoria. Casi sin buscarlo, nos encontramos a oscuras en primera fila de la penitencia negra, donde el carrito de chucherías de zuprimoyzurmano está a punto de atropellarnos. Y allí están: Obelix y la zanahoria encapuchados y de negro. Ella nos saluda tímidamente dejando al aire sus inconfundibles muñecas llenas de colgantes. No sé cómo, pero le veo la cara a través de la tela.

Ya es tarde, y la chiparra se nos escapa definitivamente. Entonces, me sorprende una llamada del delfín: parece que nuestras teorías conspirativas pueden cumplirse. La tarde ha tenido su punto surrealista, pero llego a mi casa sin poder parar de reírme.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La semana tuvo bastantes puntos surrealistas, sí. Mola. Al menos, originales. A ver luego. Surrealistas... pero bonitos :_)

DaNieLo dijo...

¡Qué barbaridad! ;)

Habrá que explotar el surrealismo. ¡A ver si me voy a quemar y luego no me puedo freír!