Recientemente he comentado en un post que el destino ha decidido guiñarme de vez en cuando (él también juega, como yo). Somos cómplices de un pacto que consigue arrancarme sonrisas más malvadas que las de los malos de Disney.
Esta noche rebuscaba entre los períodicos y los dominicales algo que leer. Torpe de mí me he encontrado con una entrevista a La Pantoja en la que comenta, en un alarde de modestia, que lo del "La" se lo ganan las grandes divas, como "La Callas" o "La Piquer" (¡toma ya!). Obviamente esto no es de lo que quiero escribir, y como a estas alturas estaréis deseando que deje esta diarrea mental y entre al tomate, pues vamos al lío.
El guiño se ha producido cuando alguien (por su propia seguridad permanecerá en el anonimato) me ha regalado un artículo tragicómico que leer. Y es trágico y cómico a la vez porque habla sobre un señor que básicamente cree que el resto de la humanidad es gilipollas, obligándonos a aguantar sus lecciones de moralidad y política, y dejando muy claro que todo lo acontecido no le impide dormir por las noches.
Sin embargo, la parte final del artículo me deja una incógnita que me revuelve las tripas: ¿realmente esos ciudadanos que castigan desastres pasados utilizan el mismo rasero para los desastres de ahora?